¿ Y ahora qué ?
Eso es lo que se preguntan muchas personas que, llegadas a determinada edad, se han quedado sin un empleo tradicional, han alcanzado la edad de jubilación, han perdido su negocio de toda la vida, o simplemente descubren su gusanillo de la inquietud, de la insatisfacción, del inconformismo, de la creatividad, de la innovación, de la ambición, de la responsabilidad por los que vienen detrás, o simplemente de seguir creciendo.
La experiencia acumulada con el paso de los años, cualquiera que sea la actividad que se haya desarrollado, no es baladí, sino muy al contrario, se trata de un activo muy valioso que se puede poner en valor, tanto en beneficio propio, como para ayudar a hijos, amigos, jóvenes... que no tienen la perspectiva que sólo el paso de los años permite adquirir.
Emprender no tiene edad, es una capacidad que todos tenemos, pero que por comodidad o por falta de necesidad, hemos marginado.
Los tiempos cambian, y saber adaptarse a esos cambios ha sido siempre no sólo una condición de prosperidad, sino en muchos casos de supervivencia.
Sumergidos de lleno en una imparable globalización tecnológica, que está transformando todos los paradigmas tradicionales, no nos queda otra alternativa que adaptarnos o...