Lo hemos oído tantas veces, que nos suena a rutina, que creemos tenerlo incorporado en nuestros hábitos, que lo tenemos superado. Pero la realidad nos hace ver, una y otra vez, que no es así. Una cosa es oír, y otra muy diferente, escuchar. Una cosa es creer, y otra bien distinta, estar seguro. Una cosa es tenerlo superado, y otra es tropezar constantemente con las mismas evidencias que nos demuestran lo contrario.
No es tarea sencilla romper de un día para otro con lo que hemos sido hasta hoy. Con frecuencia pensamos que ya hemos abandonado un camino para volver a caer en la cuenta de que estamos equivocados. El cambio implica renuncia, de otro modo, no es tal. Nos cuesta tanto desapegarnos de lo que nos ha sido familiar, que pensamos erróneamente haberlo conseguido, cuando en realidad no es así. En ocasiones son los demás los que nos tienen que hacer ver nuestro error de percepción. Es más, es frecuente que nos lo estén recordando continuamente, pero no les prestamos atención. Puede que inconscientemente sigamos anclados en el mismo lugar.
Éste es el punto de partida. Sin conocernos o reconocernos a nosotros mismos, no podemos seguir avanzando. Es el requisito previo de la transformación. Luego habrá que tomar decisiones, si queremos asumir las condiciones del cambio y si estamos dispuestos a renunciar a lo que hasta ahora nos reporta seguridad. No es tarea fácil, pero sí gratificante.