¿De qué se queja un empresario con un negocio tradicional?
Gastos local: alquiler, mobiliario y decoración, almacén, seguros, limpieza, telecomunicaciones, energía, seguridad, alarma, agua, mantenimiento, reparaciones, impuestos, tasas basura, administración...
Gastos vehículos: compra, leasing, alquiler, mantenimiento, seguros, reparaciones, recambios, impuestos, multas, parking, garaje, sustituciones...
Gastos y gestión del personal: sueldos, cotizaciones a la seguridad social, bajas, vacaciones, conflictos, prevención de riesgos laborales, mutua, hurtos...
Clientes: trato, fidelización, competencia, cobros de morosos, comercio electrónico, devoluciones, canales de distribución, picaresca, hurtos...
Gestión administrativa: fiscal, laboral, legal, financiera, sanitaria, selección de proveedores, pedidos, plazos de entrega, retrasos, pérdidas, seguros, stock...
Falta de tiempo libre propio y para dedicar a la familia: horario, calendario, vacaciones, enfermedades...
Desconocimiento nuevas tecnologías: utilidad, costes, personal especializado...
Marketing: gastos, efectividad, rentabilidad, competencia, nuevos canales...
Incertidumbre de cara al futuro: ciclos económicos, preferencias de los consumidores, presión fiscal en aumento, tendencias, modas, obsolescencia, relevo generacional, conflictos familiares, universo online, probabilidad de subsistencia, potencial de crecimiento...
Escasez de recursos para invertir: endeudamiento, avales...
¿Merece la pena seguir?
Por no hablar de lo más importante, los problemas de salud: estrés, dolencias, lesiones, problemas psicológicos y psiquiátricos y su efecto sobre las relaciones sociales, familiares...
¿Todo esto para qué?
¿Dónde ha quedado la calidad de vida, el afán de prosperidad, el poder dejar un legado a los hijos, la salud y la felicidad?