Los adictos al poder siempre han estado obsesionados con controlar, dominar, someter, sojuzgar y explotar al resto de sus congéneres. A cualquier precio.
Se crean, actualizan, retoman, matizan... conceptos de toda la vida como: democracia, dictadura, república, monarquía... o más recientes como nazismo, comunismo, etc.
Todos a fin de cuentas persiguen un mismo objetivo: el control absoluto.
La tecnología más avanzada disponible en cada momento siempre ha sido una herramienta muy útil para este fin. En lo militar, por supuesto, pero también en lo económico, que puede no parecer tan visible, pero que en el fondo es la base en la que se sustenta lo anterior.
Un ejemplo: En su momento, los molinos de viento o de agua, eran lo más avanzado en tecnología civil, y su control se utilizaba para recaudar los deseados impuestos. La inmensa mayoría de la población era rural, vivía de los productos del campo, el alimento básico era el pan y si querías moler tu trigo, tenías que pasar por caja.
Esa tecnología no estaba al alcance de cualquiera, pero se dependía de ella para sobrevivir.
Hoy, casi lo último en tecnología (la que interesa compartir, por supuesto, relativa a TV, prensa y radio para una franja de la población y teléfonos inteligentes para otra, o ambas) está disponible para cualquiera con unos cientos de euros en su bolsillo. Para que te controlen ya no hace falta ir al molino, tenemos el instrumento de control en nuestra propia casa o lo llevamos encima las 24 horas del día.
Saben más de nosotros que nosotros mismos. Consiguen que pensemos como ellos quieren que lo hagamos. Y nos hacen creer que hemos superado la esclavitud, que somos libres, y que la democracia es la panacea.