A veces, los demás pueden admirar nuestro éxito sin ser conscientes de que no lo compartimos como propio. Nadie mejor que nosotros mismos puede llegar a saber qué nos mueve realmente y si nuestros resultados están alineados con nuestros sueños.
Para alcanzar ese estado de plenitud, creo imprescindibles las que denomino como las tres virtudes vitales, y por extensión, también empresariales.
Éstas son: fe, esperanza y tenacidad.
FE: La fe de la que hablo se basa en creer, y por encima de todo en uno mismo. Fe ciega en ti, en tus ideas, en tus proyectos, en estar totalmente seguro de ver lo que los demás no ven, aunque te tomen por loco. Tener confianza en tu potencial, en tu capacidad de conseguir cualquier cosa que te propongas. Estar plenamente convencido de que todo depende del cómo, y el cómo, solo depende de ti.
ESPERANZA: La entiendo como una virtud dinámica y no asociada a la mera pasividad. Consiste esencialmente en querer y hacer. En saber qué se quiere y enfocarse y comprometerse en su consecución, cueste lo que cueste. No hace falta decir que supeditándolo todo al respeto por uno mismo y por los demás.
Todos los caminos llevan a Roma. A la Roma que cada uno pretenda alcanzar. Cada cual debe escoger el suyo propio. Cualquier otro, por el que alguien haya pasado antes, ya estará trillado, y se habrá llevado todo lo que de bueno pudiera haber en él. Lo ya transitado, puede a primera vista ser más cómodo y parecer fácil, pero no es ni replicable ni recomendable, porque no satisfará la condición de lo personal ni albergará el potencial de lo inédito. Hay que abrir una nueva vía particular hacia la cima.
El que piense en esperar a ver cómo le va a otro para seguir su camino, no está maduro, no se ha enterado de nada. Paciencia.
Y TENACIDAD: La vida es una carrera de obstáculos. El emprendimiento la convierte en otra carrera más dura todavía, con muchos y grandes retos por superar, empezando por el conocimiento de uno mismo, de los propios límites y del comportamiento de los demás. La fe y la esperanza ayudan a superarlos.
La tenacidad va de soportar, y para ello es esencial disponer de una visión a largo plazo, estar dispuesto a soportar un esfuerzo prolongado a lo largo del tiempo y de estar muy dispuesto a postergar la gratificación. Vivimos en un mundo de lo inmediato, de quererlo todo ya, y de sobrevivir a base de ir apagando fuegos.
Esto va de otra cosa, de combinar retrospección y proyección, de análisis, de planificación y de sacrificio.
Viktor E. Frankl en su célebre obra: "El hombre en busca de sentido", concluye que de lo que nadie nos puede privar es de nuestra actitud ante las circunstancias que nos acosen, por muy duras que éstas sean.
Y de eso va precisamente, de elegir libremente lo que uno desea y de darlo todo hasta el final sin contemplar ni la más mínima opción de rendición.