Cualquier proceso de comunicación está sometido a multitud de posibles interferencias, intencionadas o no. Y el lenguaje oral mucho más que el escrito. La velocidad y el entorno en el que se producen, entre otros factores, suelen provocar que el mensaje que llega a los oídos del receptor ya sea algo diferente al que parte de los labios del emisor, si es que ha sido capaz de expresar con las palabras correctas sus propios pensamientos. Ni que decir tiene cuando va precedido de un "Me ha dicho fulanito..."
De todas formas, el poder ver y observar al interlocutor, saber si lo hace en directo, diferido, grabado, editado... tiene sus ventajas.
Uno de los grandes avances de la civilización fue la escritura. De hecho, su aparición es lo que marca la diferencia entre lo que conocemos como Historia y la Prehistoria. Su gran ventaja es que permite ampliar considerablemente el poder de difusión de las ideas, no solo en la distancia, sino en el tiempo.
Además el lenguaje escrito, precedido de una reflexión más pausada que el oral, permite registrar ideas más precisas, más meditadas. Y al mismo tiempo reducir las interferencias de interpretación que irremediablemente se producen en el lenguaje oral si no se transmiten literalmente las palabras recibidas.
A pesar de eso, cuando dos personas leen un mismo texto cada una hace una interpretación diferente de esas mismas palabras en función de su educación, cultura, conocimientos, experiencias previas, ideologías, estado de ánimo, fanatismos, prejuicios, etc.
Otro problema es la traducción de una lengua a otra, el contexto cultural, o los propios giros del lenguaje.
O el mero transcurso del tiempo:"Las palabras se las lleva el viento", o "Donde dije digo, digo Diego".
En cualquier caso, el poder leer y releer un mensaje, prestando la máxima atención cuantas veces haga falta y sin prisas, así como poder recordar con precisión un dato escrito hace mucho tiempo, especialmente cuando se trata de cifras, aporta una calidad a la información incomparable e insustituible y facilita su comprensión, retención y valoración. Sin olvidar por supuesto, la calidad de la fuente y la coyuntura del momento en que fueron registrados: "Lo que no son cuentas, son cuentos".
De cualquier modo, el registro por escrito no es garantía suficiente. No olvidemos que "El papel lo aguanta todo".
Aunque ayuda, y bastante. Muchos están convencidos de que: "El que no registra no conquista".