Los negocios van de hacer dinero. Con cierta crudeza, pero sin apartarse un ápice de la cotidianidad. La cinta ( aunque hoy ya no es una denominación muy apropiada ) tiene unas escenas geniales: cuando no puede conciliar el sueño, cuando se inspira en las cruces y banderas, cuando su mujer le echa un cabo durante la cena con los amigos del club, cuando incita al convaleciente a abrir el sobre que acompaña a las flores... ( no te cuento más )
La dimensión de un negocio es directamente proporcional a la ambición del empresario.
El discurso de marcado carácter político de crear empleo, no es más que una condición necesaria, y no siempre, pero ni mucho menos suficiente, para conseguir el fin último que no es otro que el de generar ingresos que proporcionen un beneficio, y cuando menos garanticen la supervivencia de la empresa en épocas difíciles.
El dinero es el combustible de todo el proceso y tiene necesariamente que proceder de los clientes que estén dispuestos a ceder ese recurso limitado, que han conseguido por otros medios, para disfrutar del producto o servicio que se ofrezca. Sin clientes no hay negocio, y si hay clientes, hay que saber explotarlo.
Ver lo que los demás no ven, luchar por lo que otros no están dispuestos a hacerlo, perseverar y no desfallecer. Compaginar humildad y ambición.
En todas las batallas de la Historia hubo vencedores y vencidos, pero nadie ha ganado un batalla sin librarla.
Lo dicho, tienes que verla.