Nuestro entorno más cercano se puede convertir en nuestro peor enemigo.
Nos puede volcar sus frustraciones, sus límites, sus miedos y temores.
O por el contrario, servirnos de revulsivo, modelo, impulso o motivación.
Ser consciente de la naturaleza de ese entorno y de la ductilidad y maleabilidad de las creencias que nos ha ido proporcionando, se convierte en una cuestión clave para poder afrontar con ciertas garantías de éxito una etapa de cambio.
No es fácil, pero sí posible e incluso recomendable.
Sentir, confiar en uno mismo, enfrentarse con valentía a las opiniones contrapuestas... y determinación. Ahí queda eso.
Y si hay que cambiar de entorno, pues se cambia y punto final.
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