lunes, 25 de diciembre de 2017

NAVIDAD

Navidad significa nacimiento. Cada año se rememora el mismo acontecimiento que alteró el destino de las civilizaciones posteriores.

Nacer es salir del vientre o del huevo, mudar de entorno, de vida, aventurarse al descubrimiento de un mundo nuevo, diferente.

En principio, el cambio puede parecer traumático, pero también es imprescindible. El resistirse a este cambio condena a una muerte inevitable. Un morir sin haber llegado a nacer. ¿ Qué contrasentido ? ¿ O no ?


Cada año, cada día,  tenemos la oportunidad de experimentar un nuevo nacimiento, una transformación vital de nuestros paradigmas y de nuestra forma de entender e interaccionar con nuestro entorno.

Vivimos en un mundo caracterizado por el cambio permanente, si bien en las últimas décadas este cambio ha experimentado una aceleración descomunal y en el futuro cercano se va a acelerar todavía más.

Darwin dijo que no sobreviven las especies más fuertes, sino las que mejor se adaptan a los cambios y Toffler que los analfabetos del siglo XXI no serán aquellos que no sepan leer y escribir, sino los que no sepan aprender, desaprender y reaprender.

En cualquier curso de supervivencia te enseñan a adaptarte al entorno, a mimetizarte con él y a aprender a servirte de las oportunidades que te ofrece, así como a evitar sus riesgos.

Nos adentramos en un futuro que seguro que será apasionante, pero también trepidante y exigente.

De cada uno de nosotros depende salir airoso de esa inevitable transformación.