Si observas un león cazando en la sabana te puedes hacer una idea bastante aproximada de lo que hacía otro león hace varios milenios en el mismo lugar. Si observas a un humano comiendo en el salón de su casa en la actualidad, te va a resultar bastante más complicado imaginarte cómo lo haría otro humano miles de años atrás en el mismo sitio. No había ni casa, ni salón, ni cocina, ni frigorífico, ni agua corriente, ni red sanitaria, ni electricidad, ni... ¿Cuál es la diferencia?
Probablemente la primera respuesta que se te vendrá a la cabeza será "inteligencia". Permíteme discrepar. Me explico.
Imagínate ahora a ese humano en el mismo entorno del león, ayer y hoy, en el África más profunda y dime qué ha cambiado. Prácticamente nada. Evidentemente el humano, con su inteligencia, se las ha ingeniado para sobrevivir en un entorno hostil, compartido por potenciales depredadores, pero sin que se haya producido un cambio sustancial. ¿Cuál es entonces la diferencia?
Yo creo que se trata de "ambición". Y así como la primera cualidad no está homogéneamente distribuida entre todos los miembros de la población, con la segunda ocurre exactamente lo mismo. Y si ambas cualidades, en la adecuada proporción, se asocian en un individuo o grupo de individuos, el resultado puede ser el progreso.
Son muchos los llamados y pocos los elegidos. La mayoría se aprovechan, aunque en un principio puedan criticarles, de los más atrevidos. ¿Conoces a alguien que esté deseando volver a vivir como lo siguen haciendo los africanos a los que nos referimos anteriormente?
Este progreso exige organización, disciplina y perseverancia. Para mantener activo este cóctel a lo largo del tiempo, de manera que la maquinaria permanezca engrasada y en funcionamiento, debe existir algún tipo de incentivo y recompensa. No se me ocurren otros combustibles más elementales que los que dan título a esta publicación. Siempre ha sido así y lo seguirá siendo.
No hay comentarios:
Publicar un comentario