No es por no ser, si hay que ser, se es. Pero ser, por ser...
Puestos a ser algo, quizás habría que cuestionarse primero ¿qué somos?, y lo más importante ¿si es eso lo que queremos ser y si estamos dispuestos a afrontar los sacrificios y renuncias que acarrea intentar ser lo que pretendemos?, ¿merece la pena?
Cuando se es niño, uno no se plantea si hace frío, si está lejos, si hay que dedicarle mucho tiempo, si... sencillamente, se hace, porque es lo que apetece en ese preciso momento. ¿Alguien recuerda haberse arrepentido de haber hecho algo cuando era niño?
Cuando no hay nada que perder la decisión resulta fácil.
Llega un momento en que hay que empezar a decidir
¿Y si hay que prescindir de algo, dónde está el límite?
¿Habrá algo más?
¿Cuál es mi propósito?