Los humanos, como muchas otras especies superiores, aprenden a vivir jugando. ¿Cuál es la actividad más apreciada por un niño? ¡JUGAR! Para él la vida alcanza su plena dimensión con el juego. Más allá de sus necesidades básicas, no necesita otra cosa. Si fuera por él, se pasaría el día jugando incansablemente. Si queremos algo de él sin protestas, enfados, reticencias, discusiones… se lo tenemos que plantear como un juego. ¡FUERA PROBLEMAS! Está madurando y este proceso debe ser continuo, sin pausa y progresivo.
¿POR QUÉ? Porque la infancia es sólo una etapa, la del calentamiento para el resto de la vida. Si se perpetúa, tenemos un problema: niños o inmaduros de 15, 20... 30 años.
En cualquier otra especie animal, llega el momento de la separación paternal. Y cuando llega ese momento el menor debe estar preparado para sobrevivir. ¡SÍ O SÍ! No hay otra opción. ¿Cómo se consigue esa adaptación? Pues introduciendo en el juego el factor de la competencia.
El deporte es un juego o actividad lúdica en el que, de algún modo, durante su práctica, se hace necesaria una participación activa de la mayor parte de nuestro cuerpo (“Mens sana in corpore sano“), que le procura un entretenimiento, bienestar, satisfacción o mejoría física, bien sea previa, posterior o simultánea a la práctica de dicha actividad.
¿Consideramos acaso, al deporte de competición, como una actividad ilícita o reprobable? ¿Es acaso censurable el afán de victoria, que no deja de ser el objetivo último de cualquier deporte de competición? Aquello de: “Lo importante es participar“, está bien para el que no se había propuesto seriamente la victoria, en caso contrario, la derrota es un fracaso, que hay que aprender a asimilar e interpretar como el paso previo para el éxito.
No me vayáis a decir: “A mí no me gusta competir“. Entérate: “LA VIDA ES UNA COMPETICIÓN“. La evolución de las especies es la consecuencia de esa continua competición que designa como vencedores a los más capaces (adaptables) y extingue a los perdedores.
En esta vida sólo hay una cosa segura: “TODOS NOS VAMOS A MORIR“. Como todo ser vivo, por supuesto. Estamos aquí, en lo que algunos han llamado el gran teatro de la vida, para representar un papel cuyas líneas maestras nos vienen trazadas por la propia Naturaleza. Si estamos aquí, es porque nos han dejado nacer, y no hay ninguna duda de que, antes o después, nos vamos a morir. Entre el inicio (nacimiento) y el fin (muerte) nos quedan pocas opciones: crecer hasta envejecer y opcionalmente, aunque no deje de ser el objetivo último de la vida, reproducirnos. Hablo en términos globales de la especie, evidentemente cada individuo es único. Lo que está claro es que una especie que no se reproduce con una tasa superior a 2, acaba por extinguirse. Es una ley impuesta por la Naturaleza. ¡NO ES DISCUTIBLE!
En la vida salvaje sólo hay una forma de completar el ciclo de la vida: ¡SOBREVIVE O MUERE! y sólo hay una forma de sobrevivir, que es matando a otros seres vivos inferiores. ¡ASÍ ES LA NATURALEZA EN TODA SU CRUDEZA!
Nosotros, ejerciendo las atribuciones de ser supremo de esa Naturaleza, matamos a todo ser vivo inferior que nos pueda proporcionar el necesario alimento o cualquier otro bien preciado. ¿Se acaba ahí la competencia? ¡NO, AHÍ EMPIEZA! Entre nosotros. Pero vamos a intentar ser civilizados. A fin de cuentas éste ha sido el mayor logro de nuestra especie: ¡LA CIVILIZACIÓN!
Los recursos son escasos, ¡ NADIE REGALA NADA !, todos deseamos lo que no tenemos… ¡PUES A COMPETIR! Y el que no esté preparado o dispuesto, allá él.
Una de las cosas buenas del deporte es que la competición está reglada. Vamos, que hay unas normas. Otra cosa es que quienes son los encargados de controlar su cumplimiento estén o no acertados en su aplicación.
Yo creo que hay un concepto clave, que es el que puede permitir que esa ineludible competición sea civilizada, y es el RESPETO a las reglas del juego, al contrario y a la Naturaleza. Porque la vida no deja de ser eso, un juego, pero de adultos, que no es lo mismo que maduros (dejemos esta aclaración para otro día).