INDEFENSIÓN APRENDIDA
Creo que el tema es lo suficientemente importante como para reincidir en él.
En lugar de perder el tiempo, y probablemente la autoestima, comparándonos con otra persona, o ni siquiera eso, sino con algún aspecto muy concreto de algún desconocido, ignorando la enorme diversidad y complejidad de las vidas de cada uno, haríamos mejor en prestar atención a algún detalle en particular, que nos gustaría imitar, de alguna persona que nos parece sobresaliente, y poner todo nuestro empeño en conseguirlo. Con frecuencia los árboles no nos dejan ver el bosque, y en ocasiones la imposibilidad de abarcar la inmensidad del mismo nos lleva a concentrarnos en algún árbol en concreto, que por alguna razón destaca sobre los demás. ¡Peligro!El propio hecho de realizar la comparación ya nos pone en desventaja, porque partimos de una situación de inferioridad al suponer que el otro nos supera en algo. El que está seguro de sí mismo no pierde el tiempo en comparaciones. Ni se le pasan por la cabeza. En cambio, lo que sí puede ser muy enriquecedor es identificar en los demás algún valor, que humildemente reconozcamos no poseer, y plantearnos desarrollarlo decididamente: copiándolo, imitándolo y adaptándolo a nuestra propia personalidad. Es lo que empezaron a hacer los japoneses, el pasado siglo, y después los coreanos y los chinos. Y no les va nada mal. El punto de partida es completamente diferente, detectamos una virtud que asumimos que no poseemos, y empujados por nuestro afán de mejora, nos proponemos alcanzarla. Es tan sencillo como analizar y tratar de replicar las condiciones que han llevado al otro a alcanzar el éxito. Todos podemos, tan solo es cuestión de proponérnoslo. La actitud con la que afrontemos el asunto determinará el resultado.
“Si buscas lo bueno en los
demás, encontrarás lo mejor en ti mismo“
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