Vivimos rodeados de estímulos de todo tipo. A la inmensa mayoría no les prestamos ni la menor atención, bien sea porque no nos interesan, o porque no tenemos educados los sentidos para su percepción. Sin embargo nuestra capacidad es enorme. Con demasiada frecuencia, estamos tan abstraídos en otras cosas, que ni siquiera una elevada intensidad de un determinado estímulo es suficiente para que tomemos conciencia de su presencia.
Creemos saberlo todo, y vivimos tan programados, que rechazamos automáticamente incluso las pruebas más lógicas y evidentes. Vamos demasiado rápido y no prestamos atención a los pequeños detalles. Pero son estos los que a la postre acaban resultando determinantes. Despacio y buena letra, nos reclamaban en el colegio. Tranquilidad y reflexión, nos exige el día a día. Tenemos mucho que ganar.
¡ESCUCHA!
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