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lunes, 10 de julio de 2017
151 AÑOS DISEÑANDO EL FUTURO
Una curiosidad que en su día me llamó la atención es el distinto origen de la palabra ingeniero en Inglés y en Español. El objeto de la ingeniería es resolver problemas prácticos, para hacer la vida más fácil, aplicando conocimientos científicos, experiencia e intuición.
En realidad ambas provienen originalmente del término engendrar, aunque cada una ha evolucionado de manera diferente.
En Inglés, "engineer", deriva de "engine", que significa máquina. Vendría a ser el operador, fabricante, diseñador... de máquinas.
Me gusta mucho más la evolución de la palabra en Español. Proviene de ingenio: destreza o habilidad inventiva. Ingeniero es, por tanto, el que tiene por oficio idear, diseñar y crear soluciones innovadoras.
Esta etimología define de una forma más completa a nuestro personaje. ¿Cómo sería hoy nuestra vida si no hubiera sido por él? Nuestro presente es fruto de su mente y nuestro futuro seguirá rindiéndole tributo a su genialidad. Un emigrante en la tierra de las oportunidades. Hay espacio para todos los que vengan a aportar algo bueno para la humanidad. ¡Compartir para prosperar!
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domingo, 2 de julio de 2017
ESPECULACIÓN VS. NEGOCIO
En una publicación reciente elucubraba sobre la diferencia entre comprar e invertir. Al comprar, asociamos a nuestra compra la idea de pasivo, en el sentido que defiende Kiyosaki, es decir saca dinero de nuestro bolsillo, y dependiendo de la naturaleza de nuestra compra, puede que continúe sacándolo en el futuro.
Por el contrario, al invertir, asignamos al objeto de nuestra inversión la idea de activo ( algo que puede hacer llegar dinero a nuestro bolsillo ). Y aquí podemos hacer una diferenciación entre dos posibles actitudes frente a esa inversión.
Si nuestra intención es vender un producto sin someterlo a ningún tipo de transformación, es decir sin aportarle ningún valor adicional, porque no tengamos intención de hacerlo o sencillamente porque no esté en nuestras manos dicha posibilidad, lo que estamos haciendo lisa y llanamente es especular. Ejemplo: invertir en bolsa, fondos o cualquier otro producto financiero sobre el que no tengamos ni la más mínima capacidad de intervención más que la de comprar y vender.
Ahora bien si lo que pretendemos es dotar al objeto de nuestra inversión, mediante una aportación personal, con alguna característica adicional, que a ojos de un potencial comprador le pueda resultar interesante su adquisición una vez transformado, por mínima que sea esa transformación, lo que estamos haciendo en realidad es intentar un negocio. Ejemplo: comprar pescado en la lonja para venderlo en mi pescadería, mi restaurante o puerta a puerta. El mero hecho de facilitar el acceso de ese producto a los compradores interesados, supone un cambio muy sustancial en el proceso de compra y posterior venta, a lo largo del cual gozamos de cierta capacidad de control para hacerlo más atractivo, que en el caso de la especulación estaba totalmente vedada.
He dicho intentar un negocio porque al precio de compra habrá que añadir los costes asociados al proceso de transformación, por muy elemental que pueda parecer, y sólo si el resultado global de la operación arroja un saldo positivo a nuestro favor podremos calificarlo de negocio propiamente dicho. En otro caso no se tratará más que de una actividad de entretenimiento de cualquier tipo menos lucrativa, que no es ni más ni menos lo que se persigue con cualquier iniciativa de negocio.
Por el contrario, al invertir, asignamos al objeto de nuestra inversión la idea de activo ( algo que puede hacer llegar dinero a nuestro bolsillo ). Y aquí podemos hacer una diferenciación entre dos posibles actitudes frente a esa inversión.
Si nuestra intención es vender un producto sin someterlo a ningún tipo de transformación, es decir sin aportarle ningún valor adicional, porque no tengamos intención de hacerlo o sencillamente porque no esté en nuestras manos dicha posibilidad, lo que estamos haciendo lisa y llanamente es especular. Ejemplo: invertir en bolsa, fondos o cualquier otro producto financiero sobre el que no tengamos ni la más mínima capacidad de intervención más que la de comprar y vender.
Ahora bien si lo que pretendemos es dotar al objeto de nuestra inversión, mediante una aportación personal, con alguna característica adicional, que a ojos de un potencial comprador le pueda resultar interesante su adquisición una vez transformado, por mínima que sea esa transformación, lo que estamos haciendo en realidad es intentar un negocio. Ejemplo: comprar pescado en la lonja para venderlo en mi pescadería, mi restaurante o puerta a puerta. El mero hecho de facilitar el acceso de ese producto a los compradores interesados, supone un cambio muy sustancial en el proceso de compra y posterior venta, a lo largo del cual gozamos de cierta capacidad de control para hacerlo más atractivo, que en el caso de la especulación estaba totalmente vedada.
He dicho intentar un negocio porque al precio de compra habrá que añadir los costes asociados al proceso de transformación, por muy elemental que pueda parecer, y sólo si el resultado global de la operación arroja un saldo positivo a nuestro favor podremos calificarlo de negocio propiamente dicho. En otro caso no se tratará más que de una actividad de entretenimiento de cualquier tipo menos lucrativa, que no es ni más ni menos lo que se persigue con cualquier iniciativa de negocio.
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